En lo que va de 2025, España ha registrado un hito en su sistema eléctrico: más del 55% de la electricidad generada procede de fuentes renovables, principalmente solar y eólica, según los últimos datos de Red Eléctrica. Se trata de un aumento significativo respecto a años anteriores, en los que los combustibles fósiles mantenían un mayor peso en el mix energético.
La energía solar fotovoltaica aportó en torno al 25% de la producción total, gracias a la expansión de grandes instalaciones en comunidades como Andalucía y Extremadura. La energía eólica, por su parte, cubrió un 23%, impulsada por los parques terrestres del norte y la reciente incorporación de instalaciones marinas en la costa atlántica.
El cambio ha desplazado al gas natural, que cae a un 30% de participación, mientras que las centrales de carbón continúan en mínimos históricos. Este ajuste ha reducido las emisiones del sector eléctrico en torno a un 40% respecto a 2020.
Sin embargo, el avance plantea dificultades técnicas. La variabilidad de la producción renovable obliga a reforzar los sistemas de almacenamiento y las interconexiones internacionales. Se están instalando baterías a gran escala y se exploran proyectos de hidrógeno verde, pero aún no existe una infraestructura suficiente para garantizar estabilidad en periodos de baja generación.
El precio mayorista de la electricidad ha descendido en comparación con la media europea, aunque el impacto en la factura final de los consumidores sigue siendo limitado debido a peajes y costes regulados.
El despliegue masivo de renovables también ha generado debate en las zonas donde se instalan los proyectos. Asociaciones vecinales y colectivos rurales cuestionan el impacto paisajístico y ambiental de los grandes parques, mientras que grupos ecologistas insisten en que, pese a los avances, el cierre de las centrales fósiles todavía avanza lentamente.
España se acerca con estos datos a los objetivos climáticos fijados por la Unión Europea para 2030, pero la consolidación de este modelo energético dependerá de la capacidad del sistema para integrar la generación renovable sin comprometer la seguridad del suministro.
